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lundi 28 février 2011

PERO SIEMPRE ESTA NEVANDO…


En estos dias estoy viviendo en la ciudad de la Chaux de Fonds, Canton de Neuchâtel, Suiza. Es domingo, desde anoche no deja de nevar. Mientras desayuno, a traves de los cristales de la sala veo caer los copos de nieve que me recuerdan el tango que en 1930 crearon Hector Pedro Blomberg y Enrique Maciel, « La que murio en Paris ».
De mi tangoteca saco un CD que contiene este tango interpretado por Alberto Castillo y cuya letra dice asi :




Yo sé que aún te acuerdas del barrio perdido,
de aquel Buenos Aires que nos vio partir,
que en tus labios fríos aún tiemblan los tangos
que en París cantabas antes de morir.

La lluvia de otoño mojó los castaños,
pero ya no estabas en el bulevar...
Muchachita criolla de los ojos negros,
tus labios dormidos ya no han de cantar.

Siempre te están esperando
allá en el barrio feliz,
pero siempre está nevando
sobre tu sueño, en París.

Paloma, cómo tosías
aquel invierno, al llegar...
Como un tango te morías
en el frío bulevar...

Envuelta en mi poncho temblabas de frío
mirando la nieve caer sin cesar.
Buscabas mis manos, cantando, en tu fiebre,
el tango que siempre me hacía llorar.

Me hablabas del barrio que ya no verías,
de nuestros amores y de un carnaval...
Y yo te miraba... París y la nieve
te estaban matando, flor de mi arrabal.

Y así una noche te fuiste
por el frío bulevar,
como un tango viejo y triste
que ya nadie ha de cantar.

Siempre te están esperando
allá en el barrio feliz,
pero siempre está nevando
sobre tu sueño, en París.
Nunca antes habia sentido tan profundamente la poesia que escribio Blomberg, ni escuchado con tanto calor, a pesar del frio de la calle, el sentimiento con que el « Cantor de los 100 Barrios Portenos » la grabo en 1944.

dimanche 6 février 2011

75° Aniversario de la Repatriacion


El 6 de febrero de 1936, a bordo del vapor “Panamerica”, llegan a Buenos Aires los restos de Carlos Gardel, previa escala en Montevideo. Esa misma noche fueron velados en el Luna Park.
Inicialmente los despojos mortalers de “El Zorzal Criollo” permanecieron en el Panteon Internacional de Artistas, para luego ser trasladados definitivamente a su actual morada en el Cementerio de la Chacarita.
El mauseleo fue inaugurado el 7 de noviembre de 1937; la estatua de cuerpo entero del inmortal tacuaremboense, es obra del escultor marplatense Manuel Llano (1909 – 1994).

mardi 1 février 2011

Ante un nuevo aniversario del nacimiento del cantor Julio Sosa


Julio María Sosa nació el 2 de febrero de 1926 en la ciudad de Las Piedras, departamento de Canelones, República Oriental del Uruguay. Sosa nunca negó su origen humilde: “Mi padre fue analfabeto y mi madre, sirvienta”.
A los doce años daba sus primeros pasos como cantor de tangos, interviniendo en un concurso que se realizaba en un modesto recreo llamado “Luces de Canelón Chico”, en el que resultó ganador, recibiendo el premio de diez pesos que se otorgaba al primero.
De ahí en más, continuó cantando en reuniones familiares y presentándose en concursos de aficionados. Entre tanto, ingresó a la Marina y cuando ascendió a cabo, se retiró, decidido a seguir adelante con su vocación de cantor de tangos. A poco de cumplir 20 años, ingresó como cantor de una orquesta típica de su ciudad natal, con la que cumpliendo un contrato de un año y medio de duración.
Fue en un concurso de cantores que se llevó a cabo en el “Café Ateneo” en Montevideo, que Julio Sosa participó y tras cantar el tango “Tarde gris”, el músico Hugo Di Carlo lo incorporó a su orquesta.
En 1948 se ingresó a la agrupación de Luis Caruso, “Carusito”, dejando grabados en el sello SONDOR, cinco temas, entre ellos el exitoso tango de Homero Manzi y Aníbal Troilo “Sur”.
El 16 de junio de 1949, Julio Sosa llega a Buenos Aires. De ese momento recordaba que al desembarcar en el país hermano, toda se fortuna eran dos pesos oro, como llamaban los argentinos al dinero uruguayo.
Rápidamente empezó a actuar; primero en el café “Los Andes”, acompañado por los guitarristas Cortese y Fontana. Un mes después, Raúl Hormaza lo recomendó a la orquesta de Francini-Pontier, en la que permaneció cuatro años y medio, abandonándola ante un estupendo ofrecimiento de Francsico Rotundo. Es en este momento que le bautizan “Varón del Tango”.
Un año más tarde Armando Pontier forma su propia orquesta y contrata a Sosa; en esta agrupación permanece cinco años, de los cuales decía Julio: “Fueron los más felices de mi vida”.



Cuentan que una noche, actuando en el cabaret “Picadilly”, vio entrar a Enrique Santos Discépolo y le dedicó el tango de Mario Batistella y Enrique Delfino “Dicen que dicen”. Discepolín se levantó de la mesa, se acercó al escenario y abrazó a Sosa al tiempo que le decía: “¡Pibe, si lo hacés mejor seguro que está mal!”.
Julio Sosa desde niño anhelaba ser solista y esto se dio recién en la última etapa de su carrera profesional, acompañado por la orquesta de Leopoldo Federico. Dice José Gobello al respecto: “Una asociación artística muy especial, entre un cantor rigurosamente popular y un músico orientado hacia el virtuosismo”. La grabación de “La cumparsita”, con la glosa de Esteban Celedonio Flores, confirma plenamente esa opinión.
La muerte prematura del cantor, interrumpió aquella experiencia tan positiva para el tango. El 26 de noviembre de 1964, Julio Sosa fallece tras haberse estrellado con su “Auto Unión” rojo, en un semáforo de la Avenida Figueroa Alcorta, de la ciudad de Buenos Aires.
Cada uno tiene un destino marcado, sin duda, pero para muchos Julio Sosa sabía del suyo cuando cantó profesionalmente en Radio Speldid el último tango, “La gayola”, que en uno de sus versos dice: “Pa’ que no me falten flores, cuando esté dentro el cajón”.
El pueblo uruguayo a instancias de la comentarista de tango “Lilián”, le levantó un monumento que hoy le recuerda en la plaza principal de la ciudad de Las Piedras, que lo vio nacer.