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vendredi 11 juillet 2014

JOSÉ ADOLFO PUGLIA



Músico, pianista, director y compositor, nació en el barrio del Cordón, el 16 de junio de 1921. Inició sus estudios de piano con el maestro Pascual Devitta.
Tuvo un debutó profesional pasajero en 1937 en un terceto. Al año siguiente, siempre en Montevideo, pasó a la orquesta “Los Zorros Grises”, la cual integró hasta el “41”. A partir de entonces formó su primera agrupación, un quinteto que actuaba en las veladas bailables del Café “Vaccaro”, de la esquina de Gral. Flores y Domingo Aramburú, en el barrio Goes.
 En 1943 ese quinteto se transformó en orquesta, cuya dirección a partir de 1951, Puglia compartió con el bandoneonista y arreglador, Edgardo Pedroza. Con esta agrupación, hizo giras por Argentina  y Brasil y grabó para el sello SONDOR.
Con Pedroza en el fueye y Piñón en la viola, conformaron un exitoso trío, actuando en recitales, televisión y clubes nocturnos.
Son de su autoría, entre otras, los tangos “En lo de Iglesias”, “Nacional” y “Flor amarga”.

José Puglia falleció en Montevideo, el 30 de octubre del año 2009.

El BANDONEÓN



El inventor del bandoneón parece que ya se sabe quien fue. Pero hay otra pregunta, motivo de ásperos entreveros: ¿quién trajo al Rió de la Plata ese instrumento que seria mítico?
El autor de esta nota, el investigador del tema, sostiene que fue un suizo, herrero, inmigrante de manos rudas, quien hizo sonar el fuelle en un escenario tan insólito como los campamentos en la guerra con el Paraguay:

El bandoneón, ese oscuro y arrugado segundo corazón de los rioplatenses, puso a prueba durante años la tenacidad de cuanto investigador trató de aclarar los misterios de su origen.
¿Quién lo invento? ¿Quién lo trajo al Rió de la Plata? ¿Cuándo?
Desde siempre se dijo – y aun quienes lo repiten – que el bandoneón fue inventado en Alemania durante el siglo pasado por un luthier de apellido Band.
Hoy día, a raíz de minuciosas averiguaciones realizadas in situ por el investigador Manuel Campos, es posible afirmar que Band no invento ni fabrico instrumento alguno. El trabajo de Campos, reproducido en la obra El bandoneón desde el tango, de Arturo Penón y Javier García Méndez, demuestra incuestionablemente que Band, comerciante de la ciudad renana de Krefeld, se limito a bautizar como “bandolium” a un aerófono de 32 voces derivado de la concertina y creado en Carlfeld por C. Zimmerman (no conocemos su nombre completo), quien lo presento en la Exposición Industrial de París de 1849.
Restaba por descubrir la forma y momento en que el instrumento llegó al Rió de la Plata.
E
n 1937, Augusto Berto afirmó sin ningún apoyo argumental que el introductor había sido Tomás Moore, “El Inglés”. Otras opiniones tan poco documentadas como la de Berto hablaron del brasileño Bartolo, del carrero Pascualin y de Hans, ignoto marinero alemán.
Los más importantes trabajos referidos al tema, como el ya mencionado de Penón y García Méndez, los de Oscar Zuchi, Miguel Angel Scenna, Luis Adolfo Sierra, Héctor Bates y otros, se limitan a repetir estas leyendas sin confirmarlas pero manifestando en general su acuerdo con que el bandoneón apareció por estas latitudes en los tiempos de la Guerra del Paraguay, en cuyos campamentos, dicen, se lo oyó por primera vez.
Estimando esa fecha como mas o menos probable, y dado que el instrumento debió importarse desde Alemania o desde algún país cercano a ella, emprendimos la tarea de investigar papeles relativos a diversas corrientes inmigratorias que por esos tiempos arribaron a nuestra región.
Y fue así como, al revisar antecedentes referidos a la inmigración suiza, dimos con la trágica historia del mayor Federico Bion, militar nativo el cantón de Saint Galle. Arribado en 1863 a la uruguaya Colonia Suiza – actual Nueva Helvecia – con la pacifica idea de transformarse en agricultor, terminó plegándose a las tropas revolucionarias del general Venancio Flores que intentaban derribar al presidente oriental Atanasio de la Cruz Aguirre y murió fusilado el 9 de agosto de 1864, muy cerca de Nueva Helvecia, ciudad donde hoy reposan sus restos al pie de una cruz de hierro con forma de ancla.
Pero, mas allá de su romántica aventura, el mayor dejó un diario de viaje, invalorable documento escrito con letra gótica que sus descendientes retornaron a Suiza, tal vez a fines del siglo pasado.
En 1970, el doctor Juan Carlos Wirth, historiador especializado en el tema de la inmigración suiza a estas latitudes, encontró ese manuscrito en Niederglatt, cerca de Zurich, en posesión del ingeniero Federico Bion, nieto del infortunado militar, que Wirth se ocupo de traducir.
El 19 de diciembre de 1862, día en que cruzan el Ecuador, el militar asienta en su cuaderno estas palabras:
“Un ciudadano de Sarganz, Schumacher de apellido, viaja solo y hará venir después a su numerosa familia. Herrero de profesión, también quiere comprar una chacra. Verdadero temple montañés, algo rezongón, orgulloso de su ciudadanía de Sarganz, es nuestro bandoneonísta.”
Es decir, asienta, así como al pasar, la que es hasta ahora la mas antigua mención a la presencia de un bandoneón y su ejecutante en el Rió de la Palta.
A la primera lectura de este texto nos surgieron dos interrogantes que fueron prontamente descartados: ¿no es posible un error de traducción? ¿Cómo pudo un bandoneonísta provenir de Suiza?
El traductor Juan Carlos Wirth, nacido en Nueva Helvecia en 1907 y fallecido en Entre Ríos en 1986, era un erudito en materia de inmigración suiza y paso muchos días de su vida investigando en archivos de Berna, Zurich, Basilea y otras ciudades helvéticas. Su dominio del alemán era perfecto y además, por su condición de uruguayo, educado en Buenos Aires y residente desde 1931 en Paraná, no podía confundir a un bandoneón con ningún otro instrumento.
Pasando al otro interrogante, acerca de cómo pudo aparecer el bandoneón en manos de un suizo, tengamos en cuenta que la severa crisis económica vivida entre 1845 y 1865 por la Confederación Helvética, crisis que dio origen a la inmigración, se había visto agravada por el ingreso a su territorio desde Baden, Württemberg y la Renania, de millares de alemanes exiliados a causa de la fallida Revolución Liberal del ’48.
Cualquiera de estos fugitivos, especialmente los provenientes de la Renania – región donde esta Krefeld – pudo haber introducido en Sarganz el instrumento, ya inventado por esos días.
Restaría saber que fue de Schumacher de quien se pierden los rastros luego de su desembarco en Montevideo. Bion dice que todos sus compañeros de viaje, menos uno, se trasladaron de inmediato a la colonia suiza donde, luego de remontar el río en una goleta, llegaron el 17 de enero de 1863.
Si no fue el músico herrero quien se quedo en Montevideo, cosa poco probable ya que estaba entre sus planes comprarse una chacra en la colonia, seguramente se contó entre los suizos que en ese enero de 1863 pisaron la comarca , aunque esta circunstancia no haya podido ser terminantemente demostrada.
Su nombre no aparece entre los restos del registro poblacional encerrado en una urna sepultada el 9 de noviembre de 1863 en el piso del templo evangélico de Nueva Helvecia y descuidadamente exhumado en 1963, cuando, por no haberse requerido los servicios de un especialista , los frágiles papeles embebidos de humedad resultaron destruidos en su mayor parte.
Con certeza sabemos que ya no estaba en la colonia en 1868 pues no revista en el muy detallado censo publicado ese año. Tampoco aparece en los libros sobrevivientes del cementerio evangélico que hemos tenido a la vista, y ni existe ni existió, según historiadores de la región, como Eva Schöph y el profesor Omar Moreira, nadie con ese apellido en Nueva Helvecia.
¿Qué sucedió, entonces con el herrero Schumacher?
Tal vez fue uno de los tantos colonos que abandonaron el lugar durante la desoladora sequía de 1864, razón por la cual no aparece en el censo de 1868. O quizá, como otros que en el barco trabaron relación con el seductor Federico Bion , también lo acompañó en su aventura revolucionaria.
Schumacher no figura entre los suizos caídos en el combate de Molino del Colla pero, si participo en la revuelta, seguramente conoció al general Flores en su acantonamiento de Puntas del Rosario, y por lo tanto, al año siguiente pudo haberlo seguido integrando la División Oriental con que el caudillo colorado enfrento a los paraguayos de Francisco Solano López en las duras batallas de Estero Bellaco, Yatay y Boquerón.
Entonces, ya que de imaginar se trata, ¿por qué no conjeturar que era suyo aquel legendario bandoneón oído en los nocturnos fogones del Paraguay? ¿Y por que no aceptar que fue en sus rusticas manos de montañés donde nació la saga musical que se prolonga hasta nuestros días, cuando los sensitivos dedos de Arturo Penón se crispan, nerviosos, sobre el teclado de un Doble A?
Jorge Labraña
Buenos Aires, domingo 19 de marzo de 1995  Clarín
La más temprana cita de un bandoneón y su ejecutante en el Río de la Plata es, hasta ahora, una nota periodística publicada en 1995 por Jorge Labraña, llegada a manos del autor sin el nombre del medio gráfico que la publicara. En ella se ubica su introducción en el año 1863 y la atribuye a un inmigrante suizo, natural de Sarganz apellidado Schumacher, quien junto a un contingente de compatriotas viajó con intención de radicarse en la Colonia Suiza, del Uruguay, hoy denominada Nueva Helvecia. Su afirmación se basa en la lectura de un diario de viaje de un militar suizo que navegaba con el grupo, era el mayor Federico Bion. El manuscrito fue hallado en 1970, en poder de un nieto del citado militar, en una ciudad cercana a Zurich. El día 19 de diciembre de 1862 escribió en su cuaderno: «Schumacher, ciudadano de Sarganz, viaja solo y hará venir después a su numerosa familia. Herrero de profesión, también quiere comprar una chacra, algo rezongón orgulloso de su ciudadanía de Sarganz, es nuestro bandoneonista». Pero a partir de su desembarco en Montevideo se pierde todo indicio del personaje.-

Dr. NELSON SICA DELL´ISOLA