Pages

mardi 1 février 2011

Ante un nuevo aniversario del nacimiento del cantor Julio Sosa


Julio María Sosa nació el 2 de febrero de 1926 en la ciudad de Las Piedras, departamento de Canelones, República Oriental del Uruguay. Sosa nunca negó su origen humilde: “Mi padre fue analfabeto y mi madre, sirvienta”.
A los doce años daba sus primeros pasos como cantor de tangos, interviniendo en un concurso que se realizaba en un modesto recreo llamado “Luces de Canelón Chico”, en el que resultó ganador, recibiendo el premio de diez pesos que se otorgaba al primero.
De ahí en más, continuó cantando en reuniones familiares y presentándose en concursos de aficionados. Entre tanto, ingresó a la Marina y cuando ascendió a cabo, se retiró, decidido a seguir adelante con su vocación de cantor de tangos. A poco de cumplir 20 años, ingresó como cantor de una orquesta típica de su ciudad natal, con la que cumpliendo un contrato de un año y medio de duración.
Fue en un concurso de cantores que se llevó a cabo en el “Café Ateneo” en Montevideo, que Julio Sosa participó y tras cantar el tango “Tarde gris”, el músico Hugo Di Carlo lo incorporó a su orquesta.
En 1948 se ingresó a la agrupación de Luis Caruso, “Carusito”, dejando grabados en el sello SONDOR, cinco temas, entre ellos el exitoso tango de Homero Manzi y Aníbal Troilo “Sur”.
El 16 de junio de 1949, Julio Sosa llega a Buenos Aires. De ese momento recordaba que al desembarcar en el país hermano, toda se fortuna eran dos pesos oro, como llamaban los argentinos al dinero uruguayo.
Rápidamente empezó a actuar; primero en el café “Los Andes”, acompañado por los guitarristas Cortese y Fontana. Un mes después, Raúl Hormaza lo recomendó a la orquesta de Francini-Pontier, en la que permaneció cuatro años y medio, abandonándola ante un estupendo ofrecimiento de Francsico Rotundo. Es en este momento que le bautizan “Varón del Tango”.
Un año más tarde Armando Pontier forma su propia orquesta y contrata a Sosa; en esta agrupación permanece cinco años, de los cuales decía Julio: “Fueron los más felices de mi vida”.



Cuentan que una noche, actuando en el cabaret “Picadilly”, vio entrar a Enrique Santos Discépolo y le dedicó el tango de Mario Batistella y Enrique Delfino “Dicen que dicen”. Discepolín se levantó de la mesa, se acercó al escenario y abrazó a Sosa al tiempo que le decía: “¡Pibe, si lo hacés mejor seguro que está mal!”.
Julio Sosa desde niño anhelaba ser solista y esto se dio recién en la última etapa de su carrera profesional, acompañado por la orquesta de Leopoldo Federico. Dice José Gobello al respecto: “Una asociación artística muy especial, entre un cantor rigurosamente popular y un músico orientado hacia el virtuosismo”. La grabación de “La cumparsita”, con la glosa de Esteban Celedonio Flores, confirma plenamente esa opinión.
La muerte prematura del cantor, interrumpió aquella experiencia tan positiva para el tango. El 26 de noviembre de 1964, Julio Sosa fallece tras haberse estrellado con su “Auto Unión” rojo, en un semáforo de la Avenida Figueroa Alcorta, de la ciudad de Buenos Aires.
Cada uno tiene un destino marcado, sin duda, pero para muchos Julio Sosa sabía del suyo cuando cantó profesionalmente en Radio Speldid el último tango, “La gayola”, que en uno de sus versos dice: “Pa’ que no me falten flores, cuando esté dentro el cajón”.
El pueblo uruguayo a instancias de la comentarista de tango “Lilián”, le levantó un monumento que hoy le recuerda en la plaza principal de la ciudad de Las Piedras, que lo vio nacer.