mercredi 25 mai 2011
25 de mayo de 2011. A 111 años del nacimiento de Ángel D’Agostino
Ángel Emilio Domingo D’Agostino, pianista, compositor y director, nació en la ciudad de Buenos Aires el 25 de mayo de 1900, en la casa paterna de la calle Moreno 1626.
La música para él fue un hecho cotidiano y familiar, ya que su padre y sus tíos eran músicos. En su casa había un piano que resultó uno de sus primeros juguetes.
En tertulias de cafés, solía contar que Manuel Aróstegui y Adolfo Bevilacqua visitaban don frecuencia su casa y que el piano en esas horas de dejaba de sonar. Recordaba que el tango “Independencia”, que Bevilacqua había compuesto para el Centenario de la Argentina, lo escuchó en su casa muchas veces antes de que fuera estrenado en octubre del año 1910.
D’Agostino estudió piano y solfeo en un Conservatorio de Música de su barrio. A los once años debutó en público, con un Trío que integraba su vecino Juan D’Arienzo en el violín. Hay una anécdota de este conjunto: se presentaban en el Teatro Guiñol, en las proximidades del Jardín Zoológico y como no les pagaban por su actuación, prendieron fuego en el local, debiendo intervenir los bomberos.
Como muchos, abandonó sus estudios secundarios para dedicarse de lleno a la música. Tocó en residencias de familias de la aristocracia y luego en locales nocturnos, haciendo varieté.
En 1920 forma su primera orquesta, haciendo tangos y jazz; lo contrató el Cabaret Palais de Glace. Entre los músicos que componían su agrupación, estaba Aníbal Troilo y el violinista Agesilao Ferrazzano, para D’Agostino, el mejor violín que tuve el tango.
También, como era de oficio, musicalizaba las películas mudas en cines. Pasaron por su orquesta entre otras destacadas figuras, Juan D’Arienzo, Anselmo Aieta y Ciriaco Ortiz.
En 1934 formó su primera orquesta netamente tanguera. Entre sus integrantes se contaba Aníbal Troilo, el violín de Hugo Baralis (h) y la voz de Alberto Echagüe.
A Ángel Vargas lo conoció en 1932, quien entonces trabajaba como tornero, pero fue recién en 1940 que se formalizó el binomio de los “Ángeles”, D’Agostino – Vargas, cuando la orquesta fue contratada para actuar en Radio El Mundo y grabar para el sello Víctor.
D’Agostino aparte de de haberse destacado como excelente pianista, fue un experto jugador de pocker y asiduo concurrente al Club del Progreso, donde conoció a Enrique Cadícamo, con quien tuvo una entrañable amistad.
El bandoneonista, compositor y arreglador, Ismael Spitalnik, hizo el siguiente comentario, acerca de la orquesta de D’Agostino: “En enero de 1940 comencé con D’Agostino y cuando hoy escucho las grabaciones observo que sonaba criollita y sencilla. Justamente triunfó por su sencillez, por su lenguaje claro y simple, por el buen decir de su cantor Ángel Vargas, que le permitía al público entender perfectamente las letras. Además había elegido un fino repertorio, muy nostalgioso y muy distinto al de los demás”.
Otra opinión interesante es la de Luis Adolfo Sierra: “D’Agostino acertó con el propósito de plasmar un estilo de muy simple concepciones musicales, pero de expresiva manera de ejecución, traducido por un calificado núcleo de ejecutantes. Pero la identificación con Ángel Vargas, determinó por sobre la labor separada de cada uno, el éxito de un binomio que logró imponerse en el momento de mayor afluencia de grandes figuras del tango”.
El periodista Jorge Göttling nos advierte: “Quien crea que D’Agostino tocaba el piano, o no sabe de piano o no conoció a D’Agostino. Se tocaban simultáneamente ambos, como si fueran una pareja en pleno idilio”.
Finalmente el músico se define a si mismo, diciendo: “Yo soy milonguero, siempre lo fui, en el mejor sentido del término. Fui un buen bailarín y trabajé acompañando a los mejores, como El Mocho y La Portuguesa, también a Casimiro Aín. Pero el Mocho era el mejor, era cajetilla (elegante) que no necesitaba coreografía barroca, era la representación más auténtica y más acabada de un milonguero. Así es que formé mis orquestas con dos conceptos que jamás abandoné: respeto por la línea melódica y acentuación rítmica para facilitar el baile. Cuando el cantor irrumpe en la escena y desaloja del punto de atención al músico, la orquesta estaba armada de tal forma que música y canto no interrumpían la posibilidad del baile. Para ello el cantor debía convertirse es un instrumento más, un instrumento privilegiado, pero no separado”.
A pesar de todo, su orquesta no tuvo el reconocimiento que tuvieron las de Aníbal Troilo, Carlos Di Sarli, Osvaldo Fresedo o Juan D’Arienzo, su amigo de toda la vida.
Podemos entonces decir que la Orquesta de Ángel D’Agostino se caracterizó por una delicada sencillez, por un buen repertorio, por ser milonguera y que tuvo en su cantor Ángel Vargas, un instrumento indisoluble del resto de la formación.
Como compositor recordamos algunos títulos: “¡Hay que vivirla…compadre!”, con Héctor Marcó y Alfredo Attadía; “Esta noche en Buenos Aires” con Erasmo Silva Cabrera “Avlis” y Eduardo del Piano. Otras obras suyas son: “Se llamaba Eduardo Arolas”, “Almonacid”, “Tres esquinas”, “El Bar de Rosendo”,…
El 16 de enero de 1991, Ángel D’Agostino falleció, lleno de música, de amigos y del recuerdo de infinidad de mujeres. Una de ellas, seguramente la más famosa argentina del siglo XX, Eva Duarte de Perón, le regaló un reloj despertador de diseño exclusivo.
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