Pages

lundi 29 décembre 2014

CUANDO UN AMIGO SE VA

El pasado 28 de octubre nos dejó para siempre Miguel Ángel Pereira, un gran amigo, argentino, músico, tanguero y bohemio. Nos conocimos en un vernisage en Le Caveau, una sala de espectáculos, hoy desaparecida, de la Place de la Palud, en Lausanne, Suiza.
            Se hacía el lanzamiento del CD “Recordando tangos”. Los intérpretes, Miguel Ángel Pereira, guitarra y Eduardo Kohan, saxo tenor. Uno de mis hijos, Ernesto, que ya conocía a Miguel Ángel, nos presentó y desde entonces nació una gran amistad.
            Primeramente asistí a los ensayos, luego a las actuaciones que el dúo hacía en Le Caveau, Bar Luna, Casona Latina, Asociación de Inmigrantes Argentinos, Centro Cultural Italiano, Bar Louis, algunos de los lugares que aún recuerdo hoy.
             En una ocasión Miguel Ángel recibió una invitación para actuar en Caorle, Italia y a su regreso un trastorno de salud le obligó a someterse a una cirugía, que Miguel prefirió que se le practicara en Argentina. Luego de obtenida el alta médica regresó a Suiza y con ello el retorno a la actividad artística.
            El dúo viajó a Argentina y en ese momento yo estaba en Uruguay, donde a través de la Academia del Tango de la República Oriental del Uruguay, gestioné la visita de los músicos a Montevideo, donde dieron un exitoso recital auspiciado por el Rotary Club Colón.
               Con el Dr. Nelson Sica, entonces Presidente de la Academia del Tango de la República Oriental del Uruguay, visitamos algunos lugares de la ciudad de Montevideo, donde Carlos Gardel actuó o vacacionó. El Teatro “18” de Julio, El Teatro Solís, el chalet Yeruá, de Rimac y la Rambla, propiedad del cuidador de “Lunático”, el caballo mimado de “El Zorzal Criollo”, Playa La Mulata y la casa de Gardel en la calle Pablo Podestá, en Carrasco, la que “El inmortal tacuaremboense” no llegó a conocer y hoy es una residencia para discapacitados.
               Miguel Ángel había nacido en la ciudad de Buenos Aires y su gusto por la música, decía haberla heredado de su tío Luis Teixeire, autor entre otros del tango “Entrada prohibida”. Nos contaba que debutó en un homenaje a Aníbal Troilo en el Luna Park, donde recibió las felicitaciones del eximio bandoneonista.
            Luego acompañó al folclorista Horacio Guaraní, con quien actuó en los carnavales montevideanos y allí conoció a Dalton Rosas Riolfo. Siempre guardó gran efecto por nuestro “paisito”.
            Su salud le obligó a retirarse de los escenarios. En Buenos Aires se reunión con sus cinco hijas, una de las cuales, Malena, le acompañó hasta sus últimos días.

            Hoy sólo nos queda desear que Miguel descanse en paz, tal vez acompañando a otros músicos, hoy en el más allá.




jeudi 25 décembre 2014

HA MUERTO HORACIO FERRER

Escritor, poeta e historiador del tango. Su nombre de familia Horacio Arturo Ferrer Ezcurra. Nació en Montevideo el 2 de junio de 1933.
            Su padre Horacio Ferrer Pérez, uruguayo, era profesor de historia y su madre, Alicia Ezcurra Franccini, argentina, once años mayor que su esposo, hablaba cuatro idiomas y al igual que su padre amaba la poesía y conoció personalmente a Ruben Darío, Amado Nervo y Federico García Lorca.
               Su madre había aprendido a recitar con Alfonsina Storni y fue quien le enseñó a Horacio este arte, que tan bien supo ejercer.
            Horacio Ferrer estudió en la Facultad de Arquitectura en la ciudad de Montevideo, pero, al igual que Gerardo Hernán Matos Rodríguez, el consagrado compositor de “La cumparsita”, no concluyó la carrera. Se ganaba la vida trabajando como secretario de esa Casa de Estudios y periodista del diario “El Día”.
            En la década de los “50” integró el equipo del programa “Selección de Tangos”, que se emitía por la radio oficial SODRE.
            Fue fundador del Club de la Guardia Nueva, que entre otras cosas organizaban recitales de tango con los músicos de vanguardia de aquel entonces, como Troilo, Salgán, Pugliese,..
            Por esos años fundó y dirigió la revista “Tangueando”, de la que hacía las ilustraciones y redactaba las notas.
               A fines de la década del “50” formó una pequeña orquesta de tango, de la que fue bandoneonista. En 1959 publicó su primer libro: “El tango, su historia y evolución”. En 1964: “Discepolín, poeta del hombre de Corrientes y Esmeralda” y en 1965, “Historia sonora del tango”.
            En 1967 se radica en Buenos Aires, donde funda la Academia Argentina del Tango, de la cual fue su presidente hasta su muerte.
            En la Argentina formó con Astor Piazzolla un exitoso binomio que dejaron entre otros los temas: “Balada para un loco”, “Chiquilín de Bachín” y la operita “María de Buenos Aires”, estrenada en 1968 con la participación de Amelita Baltar, entonces esposa del eximio bandoneonista.
Horacio Ferrer murió el 21 de diciembre de 2014, en el Sanatorio Güemes, de la ciudad de Buenos Aires, víctima de un fallo cardíaco.


dimanche 14 décembre 2014

BANDONEÓN

El inventor del bandoneón parece que ya se sabe quien fue. Pero hay otra pregunta, motivo de ásperos entreveros: ¿quién trajo al Rió de la Plata ese instrumento que seria mítico?
El autor de esta nota, el investigador del tema, sostiene que fue un suizo, herrero, inmigrante de manos rudas, quien hizo sonar el fuelle en un escenario tan insólito como los campamentos en la guerra con el Paraguay:

El bandoneón, ese oscuro y arrugado segundo corazón de los rioplatenses, puso a prueba durante años la tenacidad de cuanto investigador trató de aclarar los misterios de su origen.
¿Quién lo invento? ¿Quién lo trajo al Rió de la Plata? ¿Cuándo?
Desde siempre se dijo – y aun quienes lo repiten – que el bandoneón fue inventado en Alemania durante el siglo pasado por un luthier de apellido Band.
Hoy día, a raíz de minuciosas averiguaciones realizadas in situ por el investigador Manuel Campos, es posible afirmar que Band no invento ni fabrico instrumento alguno. El trabajo de Campos, reproducido en la obra El bandoneón desde el tango, de Arturo Penón y Javier García Méndez, demuestra incuestionablemente que Band, comerciante de la ciudad renana de Krefeld, se limito a bautizar como “bandolium” a un aerófono de 32 voces derivado de la concertina y creado en Carlfeld por C. Zimmerman (no conocemos su nombre completo), quien lo presento en la Exposición Industrial de París de 1849.
Restaba por descubrir la forma y momento en que el instrumento llegó al Rió de la Plata.
E
n 1937, Augusto Berto afirmó sin ningún apoyo argumental que el introductor había sido Tomás Moore, “El Inglés”. Otras opiniones tan poco documentadas como la de Berto hablaron del brasileño Bartolo, del carrero Pascualin y de Hans, ignoto marinero alemán.
Los más importantes trabajos referidos al tema, como el ya mencionado de Penón y García Méndez, los de Oscar Zuchi, Miguel Angel Scenna, Luis Adolfo Sierra, Héctor Bates y otros, se limitan a repetir estas leyendas sin confirmarlas pero manifestando en general su acuerdo con que el bandoneón apareció por estas latitudes en los tiempos de la Guerra del Paraguay, en cuyos campamentos, dicen, se lo oyó por primera vez.
Estimando esa fecha como mas o menos probable, y dado que el instrumento debió importarse desde Alemania o desde algún país cercano a ella, emprendimos la tarea de investigar papeles relativos a diversas corrientes inmigratorias que por esos tiempos arribaron a nuestra región.
Y fue así como, al revisar antecedentes referidos a la inmigración suiza, dimos con la trágica historia del mayor Federico Bion, militar nativo el cantón de Saint Galle. Arribado en 1863 a la uruguaya Colonia Suiza – actual Nueva Helvecia – con la pacifica idea de transformarse en agricultor, terminó plegándose a las tropas revolucionarias del general Venancio Flores que intentaban derribar al presidente oriental Atanasio de la Cruz Aguirre y murió fusilado el 9 de agosto de 1864, muy cerca de Nueva Helvecia, ciudad donde hoy reposan sus restos al pie de una cruz de hierro con forma de ancla.
Pero, mas allá de su romántica aventura, el mayor dejó un diario de viaje, invalorable documento escrito con letra gótica que sus descendientes retornaron a Suiza, tal vez a fines del siglo pasado.
En 1970, el doctor Juan Carlos Wirth, historiador especializado en el tema de la inmigración suiza a estas latitudes, encontró ese manuscrito en Niederglatt, cerca de Zurich, en posesión del ingeniero Federico Bion, nieto del infortunado militar, que Wirth se ocupo de traducir.
El 19 de diciembre de 1862, día en que cruzan el Ecuador, el militar asienta en su cuaderno estas palabras:
“Un ciudadano de Sarganz, Schumacher de apellido, viaja solo y hará venir después a su numerosa familia. Herrero de profesión, también quiere comprar una chacra. Verdadero temple montañés, algo rezongón, orgulloso de su ciudadanía de Sarganz, es nuestro bandoneonísta.”
Es decir, asienta, así como al pasar, la que es hasta ahora la mas antigua mención a la presencia de un bandoneón y su ejecutante en el Rió de la Palta.
A la primera lectura de este texto nos surgieron dos interrogantes que fueron prontamente descartados: ¿no es posible un error de traducción? ¿Cómo pudo un bandoneonísta provenir de Suiza?
El traductor Juan Carlos Wirth, nacido en Nueva Helvecia en 1907 y fallecido en Entre Ríos en 1986, era un erudito en materia de inmigración suiza y paso muchos días de su vida investigando en archivos de Berna, Zurich, Basilea y otras ciudades helvéticas. Su dominio del alemán era perfecto y además, por su condición de uruguayo, educado en Buenos Aires y residente desde 1931 en Paraná, no podía confundir a un bandoneón con ningún otro instrumento.
Pasando al otro interrogante, acerca de cómo pudo aparecer el bandoneón en manos de un suizo, tengamos en cuenta que la severa crisis económica vivida entre 1845 y 1865 por la Confederación Helvética, crisis que dio origen a la inmigración, se había visto agravada por el ingreso a su territorio desde Baden, Württemberg y la Renania, de millares de alemanes exiliados a causa de la fallida Revolución Liberal del ’48.
Cualquiera de estos fugitivos, especialmente los provenientes de la Renania – región donde esta Krefeld – pudo haber introducido en Sarganz el instrumento, ya inventado por esos días.
Restaría saber que fue de Schumacher de quien se pierden los rastros luego de su desembarco en Montevideo. Bion dice que todos sus compañeros de viaje, menos uno, se trasladaron de inmediato a la colonia suiza donde, luego de remontar el río en una goleta, llegaron el 17 de enero de 1863.
Si no fue el músico herrero quien se quedo en Montevideo, cosa poco probable ya que estaba entre sus planes comprarse una chacra en la colonia, seguramente se contó entre los suizos que en ese enero de 1863 pisaron la comarca , aunque esta circunstancia no haya podido ser terminantemente demostrada.
Su nombre no aparece entre los restos del registro poblacional encerrado en una urna sepultada el 9 de noviembre de 1863 en el piso del templo evangélico de Nueva Helvecia y descuidadamente exhumado en 1963, cuando, por no haberse requerido los servicios de un especialista , los frágiles papeles embebidos de humedad resultaron destruidos en su mayor parte.
Con certeza sabemos que ya no estaba en la colonia en 1868 pues no revista en el muy detallado censo publicado ese año. Tampoco aparece en los libros sobrevivientes del cementerio evangélico que hemos tenido a la vista, y ni existe ni existió, según historiadores de la región, como Eva Schöph y el profesor Omar Moreira, nadie con ese apellido en Nueva Helvecia.
¿Qué sucedió, entonces con el herrero Schumacher?
Tal vez fue uno de los tantos colonos que abandonaron el lugar durante la desoladora sequía de 1864, razón por la cual no aparece en el censo de 1868. O quizá, como otros que en el barco trabaron relación con el seductor Federico Bion , también lo acompañó en su aventura revolucionaria.
Schumacher no figura entre los suizos caídos en el combate de Molino del Colla pero, si participo en la revuelta, seguramente conoció al general Flores en su acantonamiento de Puntas del Rosario, y por lo tanto, al año siguiente pudo haberlo seguido integrando la División Oriental con que el caudillo colorado enfrento a los paraguayos de Francisco Solano López en las duras batallas de Estero Bellaco, Yatay y Boquerón.
Entonces, ya que de imaginar se trata, ¿por qué no conjeturar que era suyo aquel legendario bandoneón oído en los nocturnos fogones del Paraguay? ¿Y por que no aceptar que fue en sus rusticas manos de montañés donde nació la saga musical que se prolonga hasta nuestros días, cuando los sensitivos dedos de Arturo Penón se crispan, nerviosos, sobre el teclado de un Doble A?
Jorge Labraña
Buenos Aires, domingo 19 de marzo de 1995  Clarín
La más temprana cita de un bandoneón y su ejecutante en el Río de la Plata es, hasta ahora, una nota periodística publicada en 1995 por Jorge Labraña, llegada a manos del autor sin el nombre del medio gráfico que la publicara. En ella se ubica su introducción en el año 1863 y la atribuye a un inmigrante suizo, natural de Sarganz apellidado Schumacher, quien junto a un contingente de compatriotas viajó con intención de radicarse en la Colonia Suiza, del Uruguay, hoy denominada Nueva Helvecia. Su afirmación se basa en la lectura de un diario de viaje de un militar suizo que navegaba con el grupo, era el mayor Federico Bion. El manuscrito fue hallado en 1970, en poder de un nieto del citado militar, en una ciudad cercana a Zurich. El día 19 de diciembre de 1862 escribió en su cuaderno: «Schumacher, ciudadano de Sarganz, viaja solo y hará venir después a su numerosa familia. Herrero de profesión, también quiere comprar una chacra, algo rezongón orgulloso de su ciudadanía de Sarganz, es nuestro bandoneonista». Pero a partir de su desembarco en Montevideo se pierde todo indicio del personaje.-

Dr. NELSON SICA DELL´ISOLA