El pasado 28
de octubre nos dejó para siempre Miguel Ángel Pereira, un gran amigo,
argentino, músico, tanguero y bohemio. Nos conocimos en un vernisage en Le
Caveau, una sala de espectáculos, hoy desaparecida, de la Place de la Palud, en
Lausanne, Suiza.
Se hacía el lanzamiento del CD “Recordando
tangos”. Los intérpretes, Miguel Ángel Pereira, guitarra y Eduardo
Kohan, saxo tenor. Uno de mis hijos, Ernesto, que ya conocía a Miguel Ángel,
nos presentó y desde entonces nació una gran amistad.
Primeramente asistí a los ensayos,
luego a las actuaciones que el dúo hacía en Le Caveau, Bar Luna, Casona Latina,
Asociación de Inmigrantes Argentinos, Centro Cultural Italiano, Bar Louis,
algunos de los lugares que aún recuerdo hoy.
En una ocasión Miguel Ángel recibió una
invitación para actuar en Caorle, Italia y a su regreso un trastorno de salud
le obligó a someterse a una cirugía, que Miguel prefirió que se le practicara
en Argentina. Luego de obtenida el alta médica regresó a Suiza y con ello el
retorno a la actividad artística.
El dúo viajó a Argentina y en ese
momento yo estaba en Uruguay, donde a través de la Academia del Tango de la
República Oriental del Uruguay, gestioné la visita de los músicos a Montevideo,
donde dieron un exitoso recital auspiciado por el Rotary Club Colón.
Con el Dr. Nelson Sica, entonces
Presidente de la Academia del Tango de la República Oriental del Uruguay,
visitamos algunos lugares de la ciudad de Montevideo, donde Carlos Gardel actuó
o vacacionó. El Teatro “18” de Julio, El Teatro Solís, el chalet Yeruá, de
Rimac y la Rambla, propiedad del cuidador de “Lunático”, el caballo mimado de
“El Zorzal Criollo”, Playa La Mulata y la casa de Gardel en la calle Pablo Podestá,
en Carrasco, la que “El inmortal tacuaremboense” no llegó a conocer y hoy es
una residencia para discapacitados.
Miguel Ángel había nacido en la
ciudad de Buenos Aires y su gusto por la música, decía haberla heredado de su
tío Luis Teixeire, autor entre otros del tango “Entrada prohibida”. Nos contaba
que debutó en un homenaje a Aníbal Troilo en el Luna Park, donde recibió las
felicitaciones del eximio bandoneonista.
Luego acompañó al folclorista
Horacio Guaraní, con quien actuó en los carnavales montevideanos y allí conoció
a Dalton Rosas Riolfo. Siempre guardó gran efecto por nuestro “paisito”.
Su salud le obligó a retirarse de
los escenarios. En Buenos Aires se reunión con sus cinco hijas, una de las
cuales, Malena, le acompañó hasta sus últimos días.
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