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vendredi 24 février 2012

EDUARDO AROLAS, “El Tigre del Bandoneón”


Eduardo Arolas nació en la calle Vieytes 1048, en el Barrio de Barracas al Norte, Buenos Aires, el 24 de febrero de 1892. Figura lengendaria del tango, sus padres, Henri Arola y Margarite Sauris, franceses. Su nombre de familia, Eduardo Lorenzo Arola.
Bandoneonista, director de orquesta y compositor. Dicen que el primer bandoneón de Arolas fue una pequeña «jaula» de luto. Luego vendría el «doble A» de nácar, al que el «fueyero» supo arrancarle floridos bordoneos, como se le llamaba en esos tiempos a ciertos rezongos oscuros, como viscerales del instrumento y ciertas variaciones casi guitarrísticas.
Arolas tocaba el bandoneón sin ningún desplante, ningún alarde le descomponía el gesto. No se “confidenciaba“ con el bandoneón, con aquella inclinación de cabeza a lo Troilo, no lo abría en ostentoso abanico musical a lo Piazzolla, ni le arrancaba tartamudeos a lo Ciriaco Ortiz.
Descolló como compositor, en su corta vida, falleció a los 32 años, compuso más de 120 temas de los cuales dan vueltas en los pasadiscos y lectores de CD alrededor de 20 – 25, el resto está celosamente encerrado en algún cofre fort de egoístas coleccionistas.
Su entrega musical conmovía y dejaba un temblor de emoción duradero en quienes lo escuchaban.
Silencio !!! Está tocando Arolas. Una noche Rafel Tuegolds, un rubio gordito, muy bromista, violinista que integraba la orquesta, no pensó que estaba haciendo historia cuando en ese baile repetía sus apodos ornitológicos, con mucha insistencia:
«Mirá aquel, el del jupo! Parece una copetona!» Y efectivamente, nadie podía negar el aire irrenunciable de martineta copetona que lucía el bailarín.
«Fijate ese otro ! Mirá cómo se arrastra ! Parece una cachila!»
«Cachila? Me gusta la palabra! Ya tiene nombre este tango».
Eduardo Arolas agarró en el aire el adjetivo que había tirado Tuegols; quizá le hizo gracia la comparación, pero lo cierto es que el tango quedó baurizado esa noche.
Cachila o cachirla es un pajarito criollo, avecita de poco lucimiento exterior. Del color de la perdiz, su plumaje se confunde con la tierra. Cuando le descubren el nido, vuelve rápidamente y se arrastra unos metros, simulando estar herida. Con todo, su vuelo es ágil y puede volar a gran altura.
Los ornitólogos pretenden amedrentarla con la denominación latina Anthus correndera correndera, pero ella por ello no se le mueve de una pluma.
Se dice también que cachila hace referencia a Delia López, «Chiquita», quien fuera el gran amor de Arolas. Pero este tango no lo compuso El Tigre del Bandoneón en atención a esa morocha, como si lo fue “Nariz”, dedicado a Alice Lesage, que responde al apodo que surgió por la costumbre que tenía la joven de pellizcarse la nariz con el pulgar y el índice.
De esa basta lista de composiciones, recordamos algunas de ellas : su primera obra «Una noche de garufa» (1909), «La cachila», «Lágrimas», «Fuegos arificiales», «La guitarrita», dedicada a Mario Pardo, «El marne», «Papas calientes», «Adios Buenos Aires», «Alice», «Comme il faut», «Araca», «Cardos», «Maipo», «Vivorita», «Retintín», «El Rey de los bordoneos», en homenaje al eximio guitarrista y bandoneonista Graciano de Leone, «La trilla»,…
Dice Ricardo García Blaya de Arolas : «Fue un genio irrepetible que se renueva permanentemente y que nos conmueve casa vez que escuchamos la hondura de su obra».

lundi 20 février 2012

«Caña», un tango que recordé, de paseo por los Alpes suizos


Me autodefino como un viajero incansable ; disfruto a pleno conocer nuevos lugares, otras personas y una gastronomía diferente. Esto ha llevado a mis hijos de hablar de mi, como nuestro padre andariego.
En esos viajes, muchas veces he podido relacionar un hecho con la letra de un tango, como en este caso que hoy comparto con Uds.
En Suiza, las distancias entre las poblaciones es relativamente corta, esto se corresponde con la superficie territorial que es sólo un poco más que nuestro departamento de Tacuarembó. Así fue que ese día, nos detuvimos para tomar un café en un bar del camino y al entrar me encuentro con ese muñeco, que semejaba estar en los brazos de morfeo, tendido en un sillón.
Inmediatamente relacioné esa escena con la letra del tango «Caña» de Julián Araújo y Enrique Esviza, con música de Enrique Mónaco, que grabara la Orquesta del maestro Juan D’Arienzo en dos oportunidades, el 06 de abril de 1949 y el 30 de junio de 1964, en los dos casos con la voz de Armando Laborde y que dice así :
Dicen que soy un perdido
Que llevo el paso cambiado
Dicen que voy extraviado
Pero no saben por qué!
Si hoy amanezco mareado
Y hago reír a la gente
Es por borrar de la mente
La angustia que hay en mi ser.
Sirva más caña, patrón
Llene hasta el borde mi vaso
Si mi vida es un fracaso
Hoy me quiero desahogar!
Caña!
Con tu líquido que quema
Voy arrastrando mis penas
Y soportando el dolor…
Caña !
Dicen que sos un veneno…
La vida sí que es veneno
Si no la alienta un amor
Para poder olvidar
Quiero marearme con caña
Si la vida ha sido huraña
Es amargo recordar!
Dicen que soy un perdido
Porque tomando y tomando
Mi juventud voy dejando
Al pie de algún mostrador
Pero la gente no sabe
Que cuando estoy divertido
Mi corazón, oprimido,
Tan solo piensa en su amor.
Sirva más caña, patron
Lleno hasta el borde mi vaso
Si mi vida es un fracaso
Hoy me quiero desahogar !
Para poder olvidar
Quiero marearme con caña
Si la vida ha sido huraña
Es amargo recordar!

jeudi 2 février 2012

A 86 AÑOS DEL NACIMIENTO DE JULIO SOSA,



Un 2 de febrero, un día como el de hoy, pero del año 1926, nació Julio María Sosa Venturini, en la casa de una humilde familia, en la ciudad de Las Piedras, Departamento de Canelones, República Oriental del Uruguay.
Julio Sosa nunca ocultó sus orígenes : «Mi padre fue peón rural y mi madre sirvienta» y agregaba para que no quedaran dudas : «Cuando debuté en Buenos Aires, me tuvieron que prestar un traje, todo mi capital eran dos pesos oro en los bolsillos de mis pantalones».
Desde joven trabajó para ayudar en la economía de la casa paterna, desempañando diversas tareas, mandadero, trabajó en la poda de árboles del ornato público en su ciudad natal, fue guarda de ómnibus y finalmente ingresó en la Escuela Naval, alcanzando el grado de cabo a su pedido de baja, decidido a llevar adelante su vocación por el canto.
En la foto, se le ve rodeado de compañeros del Cuerpo de Equipaje de la Armada, con uniforme de marinero.
De Julio Sosa se ha hablado mucho y se seguirá hablando. Acá sólo quisimos mostralo como nunca lo vieron sus fanes.
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