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mardi 7 avril 2015

Para los amantes del 2 x 4…TANGO

EDUARDO AROLAS, “El Tigre del Bandoneón”
Dr. Juan Ángel Holenweger
                Eduardo Arolas nació en la calle Vieytes 1048, en el Barrio de Barracas al Norte, Buenos Aires, el 24 de febrero de 1892. Figura lengendaria del tango, sus padres, Henri Arola y Margarite Sauris, franceses. Su nombre de familia, Eduardo Lorenzo Arola.
            Bandoneonista, director de orquesta y compositor. Dicen que el primer bandoneón de Arolas fue una pequeña «jaula» de luto. Luego vendría el «doble A» de nácar, al que el «fueyero» supo arrancarle floridos bordoneos, como se le llamaba en esos tiempos a ciertos rezongos oscuros, como viscerales del instrumento y ciertas variaciones casi guitarrísticas.
            Arolas tocaba el bandoneón sin ningún desplante, ningún alarde le descomponía el gesto. No se “confidenciaba“ con el bandoneón, con aquella inclinación de cabeza a lo Troilo, no lo abría en ostentoso abanico musical a lo Piazzolla, ni le arrancaba tartamudeos a lo Ciriaco Ortiz.
            Descolló como compositor, en su corta vida, falleció a los 32 años, compuso más de 120 temas de los cuales dan vueltas en los pasadiscos y lectores de CD alrededor de 20 – 25, el resto está celosamente encerrado en algún cofre fort de egoístas coleccionistas.
            Su entrega musical conmovía y dejaba un temblor de emoción duradero en quienes lo escuchaban.
            Silencio !!! Está tocando Arolas. Una noche Rafael Tuegolds, un rubio gordito, muy bromista, violinista que integraba la orquesta, no pensó que estaba haciendo historia cuando en ese baile repetía sus apodos ornitológicos, con mucha insistencia:
            «Mirá aquel, el del jopo! Parece una copetona!» Y efectivamente, nadie podía negar el aire irrenunciable de martineta copetona que lucía el bailarín.
            «Fijate ese otro ! Mirá cómo se arrastra ! Parece una cachila!»
            «Cachila? Me gusta la palabra! Ya tiene nombre este tango».
            Eduardo Arolas agarró en el aire el adjetivo que había tirado Tuegols; quizá le hizo gracia la comparación, pero lo cierto es que el tango quedó baurizado esa noche.
            Cachila o cachirla es un pajarito criollo, avecita de poco lucimiento exterior. Del color de la perdiz, su plumaje se confunde con la tierra. Cuando le descubren el nido, vuelve rápidamente y se arrastra unos metros, simulando estar herida. Con todo, su vuelo es ágil y puede volar a gran altura.
Los ornitólogos pretenden amedrentarla con la denominación latina Anthus correndera correndera, pero ella por ello no se le mueve de una pluma.
Se dice también que cachila hace referencia a Delia López, «Chiquita», quien fuera el gran amor de Arolas. Pero este tango no lo compuso El Tigre del Bandoneón en atención a esa morocha, como si lo fue “Nariz”, dedicado a Alice Lesage, que responde al apodo que surgió por la costumbre que tenía la joven de pellizcarse la nariz con el pulgar y el índice.
            De esa basta lista de composiciones, recordamos algunas de ellas : su primera obra «Una noche de garufa» (1909), «La cachila», «Lágrimas», «Fuegos arificiales», «La guitarrita», dedicada a Mario Pardo, «El marne», «Papas calientes», «Adios Buenos Aires», «Alice», «Comme il faut», «Araca», «Cardos», «Maipo», «Vivorita», «Retintín», «El Rey de los bordoneos», en homenaje al eximio guitarrista y bandoneonista Graciano de Leone, «La trilla»,…

            Dice Ricardo García Blaya de Arolas : «Fue un genio irrepetible que se renueva permanentemente y que nos conmueve cada vez que escuchamos la hondura de su obra».