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dimanche 3 avril 2011

Para el maestro D'Arienzo, el tango es compás, efecto y matices


Juan D'Arienzo




Nací en Cevallos y Victoria, porque para mí la calle Hipólito Yrigoyen sigue siendo Victoria. Empecé tocando el violín y después el piano ; primero me enganché con el jazz. Llegué a hacer grandes temporadas en el viejo cine “Select Lavalle”, allá por los años 23 o 24. Estaba Cosentino con el saxo.
Después seguí tocando jazz con Verona, en el “Real Cine” y con nosotros estaba Lucio Demare en el piano. Tenía 20 años ese muchacho. Luego vino la época en que se terminaron las
También tocaba tangos desde siempre. De los 18 años. Por el año 1926 actuaba en el Paramount con Luisito Visca y Ángel D'Agostino. Y allí empecé a elaborar el estilo que después me distinguió, el de hacer sobresalir el piano y la cuarta cuerda del fondo que tocaba Alfredo Mazzeo.
El calificativo de “Rey del compás” me lo pusieron en el cabaret Florida, el antiguo Dancing Florida. Ahí tocaba Osvaldo Fresedo, mientras yo actuaba en el Chantecler, que era de los mismos dueños. Allá por el 28 o el 30 conocí al famoso Príncipe Cubano, que era el que presentaba los números. Estaba Julio Jorge Nelson, también. Eso pasó cuando reemplacé a Fresedo en el Florida. El pianista era Howard. Fue en esos días cuando el Príncipe Cubano salió con lo del “Rey del Compás”, por el estilo que tenía yo.
La mía siempre fue una orquesta recia, con un ritmo muy acompasado, muy nervioso, vibrante. Y fue así porque el tango, para mí, tiene y tres cosas: compás, efecto y matices. Una orquesta debe tener, sobre todas las cosas, vida. Por eso la mía perduró durante más de cincuenta años. Y cuando el Príncipe me puso ese título yo pensé que estaba bien, que tenía razón.
Gardel trabajó conmigo en el Paramount, pero no cantó con mi orquesta. El hacía el dúo con Razzano en los entreactos. Era la época en que yo hacía jazz, con Verona. Después volvimos a actuar juntos en el “Real Cine”, siempre en los entreactos. Pero si bien no cantó bajo mi batuta, Gardel era medio fana mío y siempre venía a verme a los cabarets donde yo actuaba. ¡Ya tengo 42 años de cabaret! Anoten si quieren: Abdullah, Palais de Glace, Florida, Bambú, Marabú, Empire, Chantecler, Armenonville. Todo eso en 42 años. ¡Si conoceré gente de la noche!
La nuestra es una orquesta unida: los muchachos están afiatados. Ensayamos tres o cuatro veces y ya cada uno sabe lo que debe hacer. Yo les hago algunas correcciones y asunto arreglado. A veces sólo falta que yo les imprima mi sello, algo que cuido mucho porque subir es difícil pero más lo es mantenerse. Y yo llevo sesenta años en esto.
La vida de hoy es otra cosa. Todo ha cambiado. No hay comparación. La vida nocturna, para mí, ha desaparecido. Nosotros empezábamos a vivir recién a las cuatro de la mañana. Y ahora a la una, después de la salida de los cines, ya no hay un alma en las calles. Es un plomo, esa es la verdad.
Cuando Corrientes era angosta salíamos a caminar a las cinco de la mañana y todo el mundo estaba en la calle. Teatros, cafés, restaurantes, cabarets, todo estaba abierto y lleno de gente. Uno caminaba y era recibir saludos a cada paso. Yo extraño todo aquello.

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