25
de junio de 2014, estoy en la puerta del CHU (Hospital Universitario de
Lausanne, Suiza) a la espera de la llegada al mundo de mi primer nieto varón
Holenweger. A la entrada un recipiente con arena en el que deben dejarse los
cigarrillos antes de entrar al nosocomio. En ese momento afloró en mi mente el
recuerdo del tango de Piana y Castillo, “Sobre el pucho”.
Corría el año 1922, era el momento
que Sebastián Piana debía hacer el Servicio Militar Obligatorio, en aquel
entonces, en la hermana República Argentina. El padre lo mandó a la casa de
José González Castillo, un amigo personal y de confianza y hombre muy ilustrado
que había trabajado en los tribunales, con una carta que decía: “Ahí
te mando a Sebastián, mi hijo. Te pido que hagas lo posible por salvarlo de la
colimba”. Y así lo hizo, no importa como.
La carta también decía que el
muchacho era músico. En la casa de González Castillo había un piano, en el que
estudiaba su hijo Cátulo y en él, Piana exhibió sus virtudes.
En ese momento el joven se animó a
decirle al dueño de casa: “Señor, sabe que hay un concurso organizado
por una fábrica de cigarros…la que fabrica los Tangos? Yo tengo una música ya compuesta, no querría
Ud., ponerle letra?”
“Sobre el pucho”, fue la respuesta, intuyendo
seguramente González Castillo que tratándose de un fabricante de cigarrillos el
“sponsor”, el título del tango impresionaría a los miembros del jurado.
El tango “Sobre el pucho” obtuvo
el segundo puesto, habiendo sido el ganador el que presentó Juan de Dios
Filiberto titulado “El ramito”. El premio consistía en quinientos pesos moneda
nacional, una verdadera fortuna para los escuálidos bolsillos del joven Piana.
Carlos Gardel ´”olfateó” que aquel
tango habría de tener gran éxito y lo grabó quince días después del concurso,
asegurando así la consagración de la obra del novel compositor.
Este fue el momento en que Sebastián
Piana se inició en el tango. A partir de entonces de la vena creadora de Piana
surgen infinidad de hermosos temas: “Viejo ciego”, “El pescante”, “Silvando”,
“Tinta
roja”, “Milonga del 900”, “Caserón de tejas”…
Muchas veces al maestro se le oyó
decir: “A mi me cantan “Tinta roja” nada más, no sé para que sigo componiendo”.
Esta es la letra del tango “Sobre
el pucho”:
Un callejón en Pompeya
Y un farolito plateando el fango
Y allí; un malevo que fuma,
Y un organito moliendo un tango;
Y al son de aquella milonga
Más que en su vida mistonga
Meditando aquel malevo
Recordó la canción de su dolor.
Tango querido, que ya pa’ siempre
pasó
Como un pucho consumió
Las delicias de la vida
Que hoy cenizas solo son.
Tango querido que ya pa’ siempre
calló
Quien entonces te diría
Que vos te llevarías
Mi única ilusión?
Y al son de aquella milonga
Más que su vida mistonga
Meditando aquel malevo
Recordó la canción de su dolor.
Este tango resultó un éxito
permanente de la orquesta del maestro Juan D’Arienzo con su cantor Héctor
Mauré. La orquesta del Rey del Compás lo grabó el 12 de setiembre de 1941,
disco 39.472 “A” de 78 rpm; al dorso tiene el vals “La serenata de ayer”,
también con la voz de Héctor Mauré.
Al día siguiente volví al Sanatorio.
Esa madrugada había nacido Gael, así se llama este, mi sexto nieto. Un hermoso
regalo de mi hijo menor. Que Dios lo guíe toda su vida.
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